Sitio De Citas De Peces De Platanos
Esta semana,en un Club de lectura al que asisto,hemos leído Un día perfecto para el pez plátano,un curioso relato muy breve de J.D Salinger. Su mejor cuento es Un día perfecto para el pez plátano. No estábamos en un lugar estratégico del centro, en un sitio de paso para aquellos a Contando con las hojas de los créditos editoriales, la cita y la dedicatoria, que. Un día perfecto para el pez plátano se publicó en enero de . como si todo comenzara a volver a su sitio, porque también para él, como para Las citas recogidas en esta entrada pertenecen a las siguiente ediciones.
Con dos frases fija el poder de la producción, el consumo y la publicidad. Y tampoco nos cuenta cómo van vestidos. Ni sus juergas y escarceos extra conyugales.
No sabía que Salinger estuvo en la guerra. Seymour ha pasado mucho tiempo en un hospital para veteranos. Después de restañar las heridas reales, a los veteranos, con secuelas psicológicas, los largaban para no tener estadística. Sólo el estado de excitación de la guerra le justifica. Digamos que 'Un día perfecto' quiere manejarse en el mismo registro que 'Los lunes al sol'. Sin embargo, en esta otra cada personaje entraba en la retina del espectador sin pedir permiso.
Ahora, sencillamente, no ocurre. O no ocurre siempre. Sea como sea, el resultado se antoja tan poderoso como revelador. Qué raro es ver ciertas cosas en Cannes. El primero retrata el momento justo que precede a la muerte de una madre. Y lo hace como sólo Moretti es capaz. El director italiano es dueño de un mundo tan personal como perfectamente compartido por todos.
Una directora de cine afronta el caos de un rodaje con una supuesta estrella americana interpretada por un inmenso John Turturroa la vez que el mundo se derrumba a sus pies. Su madre, ya lo hemos dicho, se muere. El universo desdoblado en dos, en lo que ocurre en la película absurda que se rueda y en la vida no menos ridícula que se vive, se convierte así en un sitio de citas de peces de platanos tragicómico que, pese a la aparente convencionalidad, apabulla.
Digamos que la filmografía entera del autor americano se maneja entre lo que se queda para sí mismo pongamos 'Elephant' y lo que entrega a los leones de la industria aquí, 'El indomable Will Hunting'.
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Ya te digo, había tanto ruido que apenas podíamos hablar. Le subí un poco las hombreras. Con lentejuelas por todos lados. No pudimos conseguir la habitación que nos daban antes de la guerra—dijo la chica—.
Los peces plátano se comportan de forma aparentemente rara. . Se supone que ése es el sitio preferido por los que quieren acabar rápido. Un día perfecto para el pez plátano —Gracias—contestó la chica, e hizo sitio en la mesita de noche para el cenicero. Lo dejaste aquí y no había sitio en la.
Este año la gente es espantosa. Tendrías que ver a los que se sientan al lado nuestro en el comedor. Parece que hubieran venido en un camión. Te dije que era demasiado largo. Podrías hacer un hermoso crucero. Seymour puede llegar en cualquier momento. Hablas de él como si fuera un loco furioso.
Mira, todo lo que hace es estar tendido en la arena. Ni siquiera se quita el albornoz. Tal vez porque tiene la piel tan blanca. No, querida—dijo la chica, y se puso de pie—. Vas a volver loca a mamaíta. La señora Carpenter untaba la espalda de Sybil con bronceador, repartiéndolo sobre sus omóplatos, delicados como alas.
Sybil estaba precariamente sentada sobre una sitio de citas de peces de platanos y tensa pelota de playa, mirando el océano. Llevaba un traje de baño de color amarillo canario, de dos piezas, una de las cuales en realidad no necesitaría hasta dentro de nueve o diez años. La señora Carpenter suspiró. Tapó el frasco de bronceador—.
Ahora vete a jugar, cariño. Mamaíta va a ir al hotel a tomar un martini con la señora Hubbel. Te traeré la aceituna. Cuando estuvo libre, Sybil echó a correr inmediatamente por el borde firme de la playa hacia el Pabellón de los Pescadores. Se detuvo al llegar junto a un hombre joven que estaba echado de espaldas. Se volvió boca abajo, dejando caer una toalla enrollada como una salchicha que tenía sobre los ojos, y miró de reojo a Sybil.
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Bueno, ya era hora de que tu papi llegara. Lo he estado esperando horas. Es difícil saberlo, Sitio de citas de peces de platanos. Puede estar en miles de lugares. Tiñiéndose el pelo de color visón. O en su habitación, haciendo muñecos para los niños pobres. Se puso boca abajo, cerró los dos puños, apoyó uno encima del otro y acomodó el mentón sobre el de arriba.
Llevas un bañador muy bonito. Si hay algo que me gusta, es un bañador azul. Sybil lo miró asombrada y después contempló su prominente barriga. Sybil dio un paso adelante. Lo estoy pensando muy en serio. Sybil hundió los dedos en el flotador de goma que el joven usaba a veces como almohadón. Cuéntame algo de ti—estiró los brazos hacia delante y tomó en sus manos los dos tobillos de Sybil—.
Le soltó los tobillos, encogió los brazos y apoyó la mejilla en el antebrazo derecho. Yo estaba sentado ahí, tocando. Sybil se agachó y empezó a cavar en la arena. Creo que puedo hacerlo. Mezcla de recuerdos y deseos. Sybil—dijo—, ya sé lo que podemos hacer.
Tenía los hombros blancos y estrechos. El traje de baño era azul eléctrico. Plegó el albornoz, primero a lo largo y después en tres dobleces. Desenrolló la toalla que se había puesto sobre los ojos, la tendió sobre la arena y puso encima el albornoz plegado.
Se agachó, recogió el flotador y se lo puso bajo el brazo derecho. Luego, con la mano izquierda, tomó la de Sybil.
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